Siempre me ha gustado el invierno, entre otras cosas porque soy una amante de los deportes de nieve y prefiero el frío que el calor. También es cierto que viviendo en España, la cosa cambia respecto a otros países donde el invierno puede llegar a ser una verdadera tortura para nuestro cuerpo. Ahora que ya estamos inmersos en la estación menos deseado por muchos, me doy cuenta una vez más, de que tenemos la gran suerte de vivir en uno de los países de Europa con más horas de luz solar al año. Nuestra situación geográfica hace que la climatología esté marcada, entre otras cosas, por un elevado número de horas de sol, dato que nada tiene que ver con el de otros países de Europa o del mundo. La buena noticia es que desde la entrada del invierno, el 22 de diciembre, ya hemos empezado a sumar minutos de luz al reloj, más o menos 2 por día. ¿Por qué es es una buena noticia?. Pues porque la falta de luz solar afecta a nuestro organismo de manera significativa y no precisamente de manera beneficiosa.
La luz del sol juega un papel fundamental en la fisiología humana. Sin ella no podemos producir un tipo de vitamina D que ayuda a mantener los niveles adecuados de fósforo, y calcio en la sangre. De forma directa o indirecta, la luz del sol favorece la producción de ciertas sustancias como el cortisol, la serotonina o la melatonina, y todas afectan a nuestro estado de ánimo. Sin ellas, tendemos a estar dormidos y menos activos. Un nivel bajo de serotonina se puede traducir en depresión, falta de energía, insomnio, cambios radicales de comportamiento y, en general, en un pobre control sobre nuestros impulsos. Hoy en día, la falta de luz solar, se puede suplir con pastillas de vitamina D o comiendo alimentos como cereales, leche, huevos o que contengan aceite de pescado, pero siempre es mejor la fuente solar directa.
El sol es, por lo tanto, una buena medicina, y aunque en España disponemos de la dosis suficiente para evitar trastornos de este tipo, en otros países, situados en latitudes altas sobre todo del hemisferio norte, no lo tienen tan fácil.
Para los habitantes de los países Escandinavos, Canadá, Alaska o Rusia, enero es el mes más duro del año. Por ejemplo, a las escasas 6 horas de luz que tienen en Oslo, Noruega, en pleno invierno, hay que sumar muchos días de cielos cubiertos que hacen que esa luz sea más tenue aún. Eso hace que se segregue más melatonina de lo normal y que la población se sienta apática y con falta de energía.
Hoy en día hay muchas soluciones a la falta de luz natural. Algunos optan por usar lámparas de luz artificial, ya que media hora diaria delante de una de ellas puede hacer maravillas. Lo cierto es que el mundo de la iluminación de nuestros hogares se está convirtiendo en una materia cada vez más especializada y tecnológica. En los países nórdicos y Canadá empiezan a usar persianas regulables con iluminación artificial, de forma que cuando suena el despertador, la persiana se va iluminando progresivamente como si de una amanecer se tratará. Así, el cerebro piensa que ya es de día cuando en el fondo, afuera, es noche cerrada.Watch Full Movie Streaming Online and Download
Para los que sí tenemos acceso a luz solar directa en pleno invierno, los científicos recomiendan una buena dosis al despertar para activar el cerebro y que se detenga la producción de la melatonina. El lugar donde desayunas es también muy importante, y debería estar bien regado de luz natural. Pero si tus opciones dependen de la iluminación artificial, se recomienda luz blanca sobre la luz más amarilla.
Aunque todos sabemos de los peligros de la exposición excesiva e incorrecta al sol, en invierno no hay que olvidar la importancia de absorber la dosis adecuada de luz solar. Así que elijas la forma que elijas de hacerlo, durante los meses invernales, recuerda, busca el sol. Tu cuerpo y tu salud lo agradecerán.
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