Inundaciones Repentinas
Las inundaciones son un fenómeno que se produce en muchas regiones del planeta. Pueden ser de dos tipos, de carácter generalizado o repentinas, que son las que viene a tratar este informe. La única variable que las diferencia es la escala temporal reducida, que hace que adquieran un rasgo catastrófico para la población y las posibles consecuencias.
Estas crecidas repentinas se deben a causas meteorológicas vinculadas al tipo de precipitación en un momento dado, y a las condiciones hidrológicas de ese espacio.
Para poder pronosticarlas es fundamental hacer un seguimiento de la situación atmosférica dominante del momento, y tener un conocimiento profundo de las características hidrológicas locales.
Pues bien, es necesario comprender qué relación hay entre el factor lluvia y la escorrentía superficial, ya que van ligadas.
Las nubes que descargan ingentes cantidades de precipitación en un corto espacio de tiempo son las de tipo cumuliforme. Son nubes que se desarrollan rápidamente y además difíciles de predecir y acertar, puesto que a día de hoy no hay instrumentos precisos que pronostiquen la formación de núcleos tormentosos con exactitud.
Los modelos de predicción avisan de que, por circunstancias de inestabilidad, se desarrollará este tipo de nubosidad. Sin embargo, en infinidad de ocasiones no aciertan en la intensidad y localización de las células convectivas. Suelen prever la formación de tormentas en una tarde de otoño en el Pirineo, por ejemplo, pero todo hay que decirlo, la cordillera Pirenaica tiene una longitud de 425 Km. apróximadamente, abarca gran parte del nordeste peninsular, y al tratarse de fenómenos de meso-escala, no predicen con exactitud en qué región del Pirineo la tormenta será más intensa. Además, el relieve es un factor vital ya que en esta orografía se alcanzan alturas de hasta 3.400 m; es decir, el agua que cae discurre pendiente abajo a gran velocidad.
Otro elemento no menos desdeñable son las condiciones edáficas de la región, el tipo de materiales que conforma ese suelo, si se trata de arcillas, limos y arenas, ya que determinan la capacidad de permeabilidad de la supeficie edáfica. Los suelos arenosos permiten almacenar mucha más agua que los formados por arcillas y limos, con lo que los procesos de escorrentía se ralentizarían. Por el contrario, los suelos constituidos por arcillas tienen un mal drenaje y se encharcan con mucha facilidad.
Así que, cuando veamos en un medio de comunicación el desbordamiento de un río, o inundaciones en comarcas ubicadas en áreas montañosas, podremos comprender que éstas se producen por la unión de diversos factores, que son la intensidad de las precipitaciones, los materiales que componen la superficie edáfica, y la configuración del relieve, forma y pendiente de las laderas, aspectos sin duda a tener en cuenta.
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