En este blog no podemos -ni queremos- pasar por alto uno de los grandes problemas y retos de nuestra sociedad; el cambio climático antropogénico. Por este motivo hemos creado la categoría “cambio climático”. Queremos ofrecerles un espacio de opinión y debate sobre este controvertido asunto, que necesita de mucha pedagogía para poder entender el origen, la magnitud y la trascendencia de este problema.

De cada 10.000 partes de la atmósfera 3 partes son de CO2, de hecho es una cantidad muy pequeña, pero que ejerce una desproporcionada influencia en la temperatura de la tierra. No se puede pensar que las cantidades ingentes que estamos a aportando a la atmósfera de un gas que tiene un efecto invernadero, no tiene consecuencias en el sistema climático. Conviene tener claro que la contaminación atmosférica que origina el cambio climático es cuantificable. El tamaño de nuestra atmósfera y el volumen de los contaminantes se conocen con gran precisión.

La paleontología nos ha permitido observar varios ejemplos de cómo han influido los cambios naturales del clima a determinadas especies, y la antropología nos ha permitido ver cómo estos cambios han afectado al auge y declive de algunas civilizaciones, y cómo otras colapsaron por superar la capacidad de carga del ecosistema que las sustentaba, o ecocidio como lo define Jared Diamond en su libro “Colapso”.

Siempre me ha parecido muy interesante la relación entre el clima y la antropología. Creo que este punto de vista nos ayuda a entender la magnitud y trascendencia que tiene este problema. Durante los últimos 10.000 años, el termostato de la tierra ha estado colocado a una temperatura media de unos 14ºC. Ha sido este periodo de estabilidad climática sin precedente, el que permitió que varias civilizaciones, sin contacto entre ellas y con una diferencia de tiempo muy corta, se adaptaran un modelo social sedentario, desarrollaran las primeras ciudades, las primeras escrituras y se acuñaran las primeras monedas.

Otro claro ejemplo lo tenemos en el pueblo vikingo. Un aumento de las temperaturas en “el periodo cálido medieval” (entre el año 700 y 1300), les permitió abrir prósperas rutas de navegación y de comercio por el Atlántico norte. Hacia el año 1300, el clima se enfrió, fue la antesala de pequeña edad de hielo (1350-1850). El estrecho que separa Groenlandia e Islandia se cerró, y durante los sucesivos inviernos estas rutas quedaron impracticables debido al avance de las masas de hielo árticas. Ese fue unos de los principales motivos del declive de esta civilización.

El cambio climático antropogénico, esto es, el originado por el hombre, siempre ha causado mucho escepticismo porque genera incomodidad. El origen del cambio climático surge de la quema de los combustibles fósiles en la era industrial, un proceso clave en el éxito de nuestra civilización, y enfrentarnos a este problema conlleva profundos cambios políticos y de modelos de desarrollo industrial y económico.

Hay mucho en juego, y muchos grupos que ven comprometidos sus intereses han defendido sus posturas de forma engañosa. Tenemos un ejemplo de cómo, hace ya tiempo, las industrias tabacaleras interesadas en mantener las dudas que relacionaba la nocividad de sus productos con el cáncer, encontraron científicos que tristemente apoyaron las teorías que defendían sus intereses. En este caso pasa algo parecido pero con una implicación mucho mayor. Estos grupos se valen del escepticismo relacionado con la ciencia para defender sus intereses comprometiendo el bienestar y la prosperidad de la sociedad global.

Otro tema recurrente en las conversaciones que suelo tener sobre el cambio climático, es el aspecto temporal. Mucha gente le resta importancia al problema bajo el argumento de que tardará varias décadas en afectar a la humanidad. No tengo muy claro que eso sea cierto, pero tampoco creo que deba importar demasiado. Una de las últimas veces que me reuní con mi familia reflexioné sobre este tema y esto me dio una perspectiva diferente de las escalas de tiempo. Desde que nació mi madre hasta que mi sobrina pequeña llegue a los 70 años habrán pasado unos 135 años. Independientemente de los cambios que individualmente pueda sufrir por el cambio climático, esta noción del tiempo me hace ser consiente de que las decisiones que se tomen ahora repercutirán inevitablemente en personas a las que quiero profundamente.

Ahora mismo nos enfrentamos a dos escenarios alternativos, uno demasiado horroroso para considerarlo, y otro en el que podemos seguir creciendo y prosperando, pero siempre dentro de unos límites ecológicos. De nosotros depende.