Hace siglos que existe la creencia, que en determinadas situaciones meteorológicas, es más probable que  se produzcan terremotos. El propio Aristóteles, en el siglo 4 AC, creía que los terremotos los producían vientos atrapados en cuevas subterráneas de la tierra. Cuando aumentaba la presión de esos vientos, se producían pequeños temblores, pero cuando llegaban a romper la superficie terrestre se producía un terremoto de considerable magnitud. Esta teoría del ¨Tiempo Sismico¨, llegó a ser a aceptada durante muchos años y hasta se relacionaron las olas de calor con los terremotos.

Yo mismo, he experimentado temblores de cierta intensidad en Los Ángeles, California, zona sísmica por excelencia. En bastantes ocasiones, he notado, que la mayoría de esos sismos, se producían en días similares meteorológicamente hablando. Casualidad o no, pero recuerdo perfectamente que los temblores más relevantes, los que te tiraban de la cama en plena noche,  tenían lugar durante días excepcionalmente cálidos.

En los últimos tiempos, se han llevado a cabo estudios intentando relacionar los terremotos con fuertes vientos o incluso con periodos de intensa actividad solar, pero no ha habido resultados contundentes que puedan relacionar el comportamiento de nuestra atmósfera o del sol, con el de la corteza terrestre. Algunas investigaciones, atribuyen la relación que los humanos establecemos entre terremotos y meteorología, a una manifestación psicológica. Durante los días de calor intenso y sin viento, tendemos a estar más irritados emocionalmente hablando, nos volvemos más sensibles a fenómenos como un terremoto aunque no sea tan intenso. Durante muchos otros días del año eso no ocurre, incluso si se produce un seísmo fuerte. Por eso asociamos días de calor con terremotos.

Los geólogos, que llevan años defendiendo su cancha, afirman que no existe relación alguna entre el tiempo y los terremotos, y que estos pueden ocurrir cualquier día, ya sea con una copiosa nevada, fuerte viento, intensa lluvia o calor sofocante. La gran mayoría de los movimientos sísmicos, se producen a kilómetros de distancia bajo la superficie terrestre, muy lejos de donde tienen lugar los fenómenos meteorológicos. Pero, en medio de este delirio por buscar alguna señal que pueda servir para pronosticar los frecuentes, y en ocasiones, devastadores temblores que sacuden la superficie de la tierra, han ido saliendo a la luz una serie de estudios que parecen tener más aceptación por parte de la comunidad científica. Uno de ellos llevado a cabo por el Georgia Institute of Technology,  muestra como han conseguido establecer una relación entre el paso de una huracán y un terremoto. Al parecer, hay fenómenos meteorológicos extremos como pueden ser los huracanes, cuyo impacto sobre la superficie es tal, que pueden llegar a convertirse en el detonante de un movimiento de tierra.

Personalmente, tengo la sensación de que buscar una señal meteorológica que explique un terremoto es como buscar una aguja en un pajar, ya nos cuesta bastante entender bien que va a hacer la atmósfera en un determinado momento y lugar. Esta claro que no va a ser fácil llegar a pronosticar donde, como y cuando se puede producir un terremoto, pero habrá que seguir investigando y profundizando en nuestra corteza terrestre para llegar a tener una respuesta.