Cuando la atmósfera se revuelve y nos muestra su cara más agitada y a veces violenta, tal y como está pasando en estos días inestables del invierno en el que aún estamos, merece la pena hablar de una de las variables meteorológicas que más nos afectan y de forma más frecuente: el viento.

Nunca contamos con que ese flujo de aire pueda jugarnos una mala pasada, por ejemplo,  cuando no lo tenemos en cuenta y pensamos que no va a suponer ningún problema para disfrutar de un buen día al aire libre. En los mapas del tiempo aparecen soles y nuestra preocupación ante cualquier plan es que no sea el símbolo de la lluvia el que está sobre el sitio de los planes.

Me gustaría que una vez que leyesen este artículo empezaran a darse cuenta de lo importante que es esta variable en nuestras vidas.

Los que nos dedicamos a trabajar en la previsión del tiempo tratamos de hacer mucho hincapié e insistir cuando el viento va a soplar fuerte. Hablamos entonces de un término: la sensación térmica. Ésta puede hacer que la temperatura que sintamos se aleje mucho del valor que marca el termómetro.

En condiciones en las que el viento sea el protagonista, ante temperaturas previstas frescas de 10 ºC, es la intensidad del viento la encargada de que sintamos fresquito o que nos congelemos y suframos hipotermia. Con vientos medios de 50 Km/h, nuestro cuerpo percibiría la sensación de 2 ºC bajo cero. Mucho peor es el caso en el que el termómetro marque, en una fría mañana de invierno, los poco más de 2 ºC. Si las rachas de viento alcanzan los 60 km/h nuestro cuerpo sentirá la sensación de estar a 15 ºC bajo cero. Vamos, que no exageraríamos si dijéramos: ¡estoy realmente congelado!

Hasta ahora la influencia del viento es algo que más o menos todos hemos experimentado y la experiencia nos ha hecho pensar que aunque las previsiones del tiempo anunciasen un día soleado, esta variable meteorológica se encarga de poder proporcionarnos situaciones, estando en calma, muy tranquilas o realmente incómodas.

Los poderes extremos del viento los conocemos cuando hablamos de los huracanes. Los vientos asociados a estos suelen causar efectos devastadores en grandes zonas, especialmente en aquellas en las que el fenómeno afecta directamente.

Un huracán de categoría 1 tiene vientos asociados de 119 km/h y uno de categoría 5 igualan o sobrepasan los 250 km/h. Tenemos suerte de que España no sea un país en cual se den las condiciones favorables para la formación de estos fenómenos tan violentos. Aunque aquí no todo es calma, ya que de vez en cuando el viento se acelera tanto que se llegan a soportar rachas huracanadas. Hace casi ahora un año, en concreto el 28 de febrero de 2010, se alcanzó un récord en Orduña (Vizcaya), con rachas de viento que alcanzaron los 228 Km/h.

Pero bueno, no se queda aquí todo y es que también el viento se encarga de revolucionar el mar, produciendo los movimientos ondulatorios en la superficie del agua: las olas. Para ser más exactos, la magnitud de éstas es función de la fuerza del viento en la superficie, del tiempo que sopla y de la distancia recorrida por la ola. Si se forma un huracán, estos pueden llegar a producir un incremento en el nivel del mar que puede llegar a inundar zonas costeras.

Si ahora optamos por ser un poco más positivos con el viento, tenemos que pensar en el alivio que éste supone cuando hace calor y nos refresca y, sobre todo, lo que el viento nos aporta energéticamente.

En nuestro país la gran variedad de vientos a los que estamos sometidos hace que el aprovechamiento energético sea una de las tareas que cada vez alcanza más desarrollo.

Es curioso ver cómo la vegetación puede ser la mejor ayuda para evaluar, en un lugar en concreto, la energía que podemos obtener al transformar la fuerza del viento, es decir, el potencial eólico.

En algunas regiones en las que resulta característica la estabilidad de un régimen de vientos con una velocidad moderada o alta en una dirección muy marcada o predominante, la vegetación guarda memoria. Se puede apreciar como adoptan una forma en sus ramas, con una cierta asimetría o follaje de forma permanente, que resulta más apreciable cuanto mayor y más persistente sea el viento en esa región. Así que analizando la deformación de las plantas, podemos evaluar el régimen de los vientos, estimar su intensidad y proceder a su aprovechamiento. En este sentido, existen zonas a lo largo del archipiélago cubano que basándose en la morfología de la vegetación se convierten en regiones muy interesantes desde el punto de vista energético.

Creo que después de este pequeño repaso al viento, con sus consecuencias negativas y positivas, no estaría de más pensar que deberíamos tenerlo mucho más en cuenta todos los días. Me sentiría realmente satisfecha si después de que hayan leído todo esto, se fijasen en los mapas que salen en la tele, en prensa o en cualquier otro medio, no sólo en los símbolos del sol y de los chubascos, sino también en esas flechas que nos indican como se mueve el aire que está con nosotros.