En la década de los 50, el climatólogo Charles Keeling subió al monte Mauna Loa de Hawaii para registrar la concentración de CO2 en la atmósfera. A partir de los datos que iba recopilando año tras año, elaboró la conocida como curva de Keeling.

A simple vista parece una gráfica más, una fría representación de una serie de datos de concentración de CO2 atmosférico, pero sin duda es una de las gráficas más reveladoras y fascinantes que he visto. En esta curva se puede apreciar claramente cómo respira nuestro planeta.Fíjense cómo la curva tiene unos dientes de sierra, en detalle pueden ver la variación anual. Cada primavera en el Hemisferio Norte, a medida que las nuevas plantas y flores extraen CO2 atmosférico, la Tierra comienza una gran inhalación, que en la curva de Keeling queda registrada como una caída en la concentración de CO2. Después, gracias a la descomposición que se produce durante el otoño, comienza la gran exhalación que enriquece el aire de CO2.
Pero la curva de Keeling revela otras cosas no tan agradables. Tras cada exhalación, la concentración de CO2 en la atmósfera es superior a la anterior. Esta curva fue el primer signo definitivo del inexorable ascenso de este gas de efecto invernadero.

Conviene tener algunos conceptos claros para comprender el cambio climático. Los gases invernadero son un tipo de gases capaces de retener el calor cerca de la superficie terrestre. A medida que aumentan en la atmósfera, el calor extra que retienen conduce al calentamiento global. Este calentamiento influye en el sistema climático y puede terminar generando un cambio climático.

También es muy importante distinguir entre la meteorología y la climatología. Confundir estos dos términos conduce a muchos errores. La meteorología es lo que ocurre en un corto periodo de tiempo, mientras que el clima es la suma de todos esos periodos. Imaginemos una película, cada uno de los fotogramas correspondería al tiempo o a la meteorología, mientras que la suma de todos los fotogramas que hacen la película, sería el clima. Parece una trivialidad pero es el origen de muchos errores, cuando hablamos de cambio climático estamos hablando de clima: no se pueden sacar conclusiones climáticas de eventos meteorológicos aislados ni de una estación especialmente fría, calurosa o lluviosa.

Cada vez son más los datos y las evidencias. Nuestra adicción a los combustibles fósiles está provocando un cambio en el clima. Si no tomamos medidas, las consecuencias de este cambio pueden ser terribles.
Gonzalo Torrente Ballester en su gran novela «Los gozos y las sombras» (gracias Guille por descubrirme este magnífico libro), nos explica que pueden existir tantas realidades como cada persona quiera crear. Tenemos una facilidad enorme en crear las realidades que más nos convengan y así entender mejor el mundo, hacernos la vida más sencilla o simplemente para tranquilizar nuestra conciencia. Aceptar el cambio climático no es fácil, implica aceptar que tenemos que cambiar de modelo social y de hábitos de consumo y comportamiento. Enfrentarnos al cambio climático conllevaría profundos cambios en nuestros modelos de desarrollo.
Es complicado asumir todos estos cambios, y el recurso de muchos es crearse una realidad basada en la ilusión de que nada está pasando, y así pensar que no hay problema porque en nuestra realidad no existe. Pero el probema está ahí, no desaparece.